Son casi las once de la mañana.
Me acuerdo de tí y quisiera llamarte, escribirte,
preguntarte por cosas comunes,
olvidarme de las convenciones,
de las caras largas y fundirme en tus ojos en los que a veces creo
sumergirme
y por cuyas aguas navego en ocasiones con tu permiso, claro
está.
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