En mi soledad,
colecciono instantes a tu lado,
te elevo a mis altares
paganos,
te nombro reina, diosa.
Un sólo beso tuyo cambia el aroma del
aire,
lo purifica y lo envuelve en un perfume a rosas,
de esas que
crecen en los jardines cuidados.
Qué sería de la tarde sin tu esbelta
presencia,
sin tus ojos claros, sin tu mirada risueña.
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