Uno
recorre los extrarradios del alma,
como el que pasea por una
barriada abandonada.
Se divisan la infraestructura precaria,
los raíles del ferrocarril que se alternan
con las telarañas
de
los postes eléctricos,
del mar de antenas de televisor
en el
tejado de las casas.
Hay muchos edificios derribados,
otros
que apenas son ruínas.
Hay tiendas de barrio antíguo,
y
fruterías con las cajas puestas en el suelo de la calle.
Uno
recorre los extrarradios del alma,
y ama desde el exilio
ya
que hace tiempo
que no vive en la misma morada
que aquélla en
la que solíamos
aprender de improviso
complicadas palabras.
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