Ellos dictan las normas, ellos marcan el tiempo, ellos deciden cuándo y dónde. Ellos, los razonables...
Los razonables se esmeran
en que nada se les escape,
trazan itinerarios, rutas,
y coleccionan cuadernos de bitácora.
Los razonables
dicen ser prácticos.
En ese pragmatismo
juntan simplicidad,
minimalismo,
algunas gotas
de puro egoísmo
y un gran individualismo.
Hablan del bien común,
pero malinterpretan
el adjetivo,
en su vocabulario común
significa propio.
Ellos son los árbitros, los jueces, los procuradores, los gestores, y los verdugos, si ello fuera necesario...
Los razonables olvidan,
porque les sale más rentable,
no pierden el tiempo
y no se obstinan.
Los razonables viven
en esa simetría emocional
llamada equidistancia.
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