sábado, 8 de diciembre de 2012

Rashid

Se llamaba Rashid pero todos en su barrio de Damasco le llamaban Maradona por su habilidad en el campo de fútbol buscando el área rival y por llevar la camiseta de uno de los grandes equipos de la ciudad. Su ocupación era la del vendedor de fruta en el zoco cercano y cada mañana se levantaba a las cinco para cargar su carro de mercancías. La gente lo reconocía en el puesto y siempre le regalaban una
sonrisa, pues era uno de los ídolos locales.
Era un delantero centro rompedor, hasta que un defensor asesino rival le rompió el femur en dos piezas y ahí terminó su carrera profesional.
Abandonó los campos deportivos y se le veía cojeando y con muletas por el mercado y por las escalinatas de su barrio cuya perspectiva recordaba a una gran montaña de adobe.
Rashid abandonó el futbol pero lo que nunca pudo abandonar fueron los recuerdos de aquellas tardes de futbol y gloria, porque le servían como trampolín para afrontar su denostada existencia.

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